Redacción.
En estos días que corren, en los que precisamente corre el balón en las canchas de los lujosos estadios cataríes, esos que tienen no solo área VIP sino también VVIP (Very, very important personalities, en inglés), por el XXII Mundial de Fútbol de la FIFA, se ha desatado un debate acerca del origen de los dos árbitros venezolanos que inscribieron sus respectivos nombres en los anales de la máxima fiesta balompédica del planeta: Vicente Llobregat y Jesús Valenzuela.
Especialmente el primero, quien dirigió el Italia 3 Haití 1 de Alemania 1974.
Porque últimamente se ha empeñado en hacer énfasis en la condición de “criollo” de Valenzuela, licenciado en administración nacido en Acarigua, estado Portuguesa. Un llanero. Más venezolano no podía ser. Mientras que de Llobregat se ha dicho que es español nacionalizado, en un intento de minimizar su logro, cuando es tan venezolano como el acarigüeño, al menos en lo que al silbato en el fútbol se refiere, y pasaremos a explicar el por qué.
Vicente Llobregat Vicedo nació un 28 de octubre de 1932 en Alicante, Comunidad Valenciana, comunidad autónoma situada al este de España (por tanto no era catalán, como erróneamente apuntaron muchos). Fue futbolista, desempeñándose como volante de perfil zurdo, siendo el Hércules de Alicante su último equipo pues a finales de 1957 debió colgar los botines debido a una grave lesión que afectó meniscos y ligamentos en una de sus rodillas.
A comienzos de 1958, mientras trabajaba por su cuenta, escuchó comentarios acerca de Venezuela como tierra de oportunidades. Averiguó más detalles y tomó la decisión de emigrar. Desembarcó en el puerto de La Guaira el 14 de marzo de ese mismo año. Y a finales de ese mes, conseguía empleo en un banco en Caracas.
Su llegada al país coincidió prácticamente con el inicio del profesionalismo en el fútbol venezolano, lo cual se dio justo cuando decidía retirarse de la práctica de este deporte en su Alicante natal. Eso hizo querer retomar los tacos y el uniforme para enrolarse en el Taurina, equipo aficionado de Caracas, sin embargo, la lesión que traía volvió a manifestarse, regresando los dolores de rodilla y aquello le obligó a abandonar definitivamente las canchas como futbolista.
Sin embargo, su amor al fútbol era muy grande y de eso se dio cuenta un dirigente de la Asociación de Fútbol del Distrito Federal (hoy Capital), quien lo convenció de seguir ligado al deporte pero como árbitro. Llobregat inmediatamente se dirigió a la comisión de árbitros de dicha asociación para inscribirse. Ya era el año 1960 cuando inició su carrera como referee de fútbol.
Y a partir de entonces su desempeño en la actividad arbitral, la cual compaginaba con su trabajo en instituciones financieras, comenzó a despegar, dirigiendo partidos en el fútbol aficionado y luego en el profesional, siendo un camino muy largo el que debió recorrer ya que tuvo que esperar a la siguiente década para ver coronada su trayectoria en el FutVe: en 1970 le otorgaron la escarapela FIFA que lo acreditaba como árbitro internacional venezolano (ya se había nacionalizado) y el 10 de marzo de 1971, Vicente Llobregat debutaba en la Copa Libertadores como juez principal del encuentro de primera ronda entre Emelec de Ecuador y el colombiano Junior de Barranquilla. Tan buena fue su actuación que lo designaron para dirigir dos partidos de la ronda semifinal de aquella edición del torneo internacional de clubes más popular del continente americano, Barcelona de Guayaquil vs. Estudiantes de La Plata y Nacional de Montevideo vs. Palmeiras. Esos fueron sus únicos partidos dirigidos en ese torneo.
Su buena performance en el ámbito local lo demostró también en canchas sudamericanas, pues a partir de 1972 sería un habitué en la Libertadores y ya para inicios de 1974 la Confederación Sudamericana de Fútbol lo postuló como uno de los silbantes sudamericanos que formarían parte del cuerpo de árbitros de la Copa Mundial de Fútbol que se llevaría a cabo en el verano boreal de ese año.
Finalmente, en el mes de mayo le llegó el telegrama de FIFA en el que le anunciaban que su presencia como integrante del cuerpo de árbitros del Mundial Alemania’74 había sido aprobada. Una vez en suelo teutón, le fue encomendada la misión de dirigir el Italia 3 Haití 1, jugado en Munich un 15 de junio de 1974. Y no solo estaría allí, pues también fue designado como linier o juez de línea (hoy árbitro asistente) en los encuentros Yugoslavia 9-0 Zaire (Dortmund, 18 de junio), Suecia 3-0 Uruguay (Dusseldorf, día 23) y un partido de segunda fase, Suecia 2-1 Yugoslavia (Dusseldorf, 3 de julio). Por lo tanto, su experiencia mundialista se extendió a cuatro partidos, uno como juez principal y tres como asistente.
Luego de ese paso mundialista, Llobregat regresó a compartir esa experiencia en el FutVe y también a impartir justicia en el ámbito sudamericano, siendo sus puntos cumbres las finales dirigidas en las ediciones de la Copa Libertadores 1977 (ida) y 1978 (desempate). Luego de una extensa trayectoria de más de dos décadas, colgaría el silbato en 1984.
Vicente Llobregat falleció en Caracas el 6 de agosto de 2011.
Como vieron, Llobregat no vino a Venezuela como árbitro, sino como un inmigrante más que después de echar raíces en esta Tierra de Gracia abrazó el referato del balompié, forjándose en canchas caraqueñas y venezolanas durante toda la década de 1960 antes que le fuese conferido el escudo de árbitro internacional FIFA. Se nacionalizó durante el proceso, pero no es óbice para que sea considerado el primer árbitro venezolano que dirigió encuentros en la Copa Mundial de Fútbol, ya que al igual que Jesús Valenzuela, Jorge Urrego, Tulio Moreno y Juan Soto, hoy en Catar 2022, Vicente Llobregat también fue producto de esa actividad apasionante y despreciada, codiciada y deplorada llamada Fútbol Venezolano y esto último es lo que se debe destacar.
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