Redacción.
El 30 de mayo se cumplieron 60 años del puntapié inicial de la séptima edición de la Copa Mundial de Fútbol “Jules Rimet” en el estadio Nacional de Santiago de Chile, con el encuentro entre el seleccionado anfitrión, Chile, y Suiza.
Dicho encuentro terminó con victoria para los chilenos por marcador de 3-1, gracias a los goles anotados por Leonel Sánchez (dos veces) y por Jaime Ramírez, quienes neutralizaron el tempranero gol que Rolf Wuethrich había conseguido para los suizos.
Ese mismo día hubo otros tres encuentros. Uruguay venció a Colombia 2-1 en Arica, Brasil despachaba a México 2-0 en Viña del Mar y Argentina daba cuenta de Bulgaria por 1-0 en Rancagua.
Esta edición de la Copa del Mundo fue celebrada en un país que dos años antes había sido devastado por los llamados Terremotos de Valdivia, una serie de movimientos telúricos (tsunamis incluidos) que asolaron especialmente la región central chilena, donde se produjo el más potente sismo jamás registrado en la historia. Si bien había sido designado sede con anterioridad a tal desastre natural, Chile de repente se vio envuelto en la polémica de si debía albergar o no el Mundial de Fútbol, si estaba en capacidad de hacerlo. Entonces, en un Congreso de la FIFA los delegados europeos comenzaron a presionar por la mudanza de la sede de ese Mundial a otro territorio.
Fue entonces cuando Carlos Dittborn Pinto, entonces presidente de la Federación de Fútbol de Chile, dio un discurso en donde ratificaba la disposición de su país, incluido el del gobierno nacional, para llevar a cabo dicho evento y que no renunciaría a organizarlo, pero las presiones europeas eran fuertes. Incluso, algunas posturas, como la del delegado italiano en dicho Congreso, rayaban en la burla, aludiendo al grado de devastación sufrido por el país austral. Ante esto, Dittborn pronunció la frase con la que sería recordado en la posteridad: “Como nada tenemos, lo haremos todo”.
Y es que dicha Copa del Mundo fue tomada con la seriedad debida. Dittborn acudió ante el entonces presidente de Chile, Jorge Alessandri, solicitando su apoyo para la realización del evento. Alessandri estaba lógicamente abocado a solucionar los problemas ocasionados por los terremotos y maremotos, especialmente en la atención a las miles de personas que perdieron sus hogares así como en la reconstrucción de edificios, calles, avenidas y toda infraestructura dañada en las ciudades afectadas. Recibió la carta de Dittborn, en la que pedía su ayuda para apoyar la celebración del Mundial pero tardó una semana en darle una respuesta, firmada de su puño letra, en la que el gobierno nacional de Chile se comprometía ante FIFA en la realización de aquella Copa del Mundo.
Una vez conseguido esto, Dittborn puso en marcha, junto a sus compañeros dirigentes futboleros, un plan en donde se buscaba utilizar la Copa del Mundo para acercar a la gente y subir la moral de la población tras el desastre. Ganaron personal para trabajar en la organización del evento, con el que motivaron a la reconstrucción de infraestructura no solamente la estratégica para el Mundial, como hoteles y zonas turísticas, sino también a nivel general. Y al mismo Alessandri le sirvió para que su administración lidiara exitosamente con los problemas políticos que venía enfrentando.
Así fue como Dittborn consiguió el apoyo oficial para la realización de la Copa del Mundo de 1962, garantizando así la realización de la misma en cuatro ciudades (Santiago, Rancagua, Viña del Mar y Arica) en una muestra de compromiso y seriedad para cumplir con la palabra empeñada.
Pero también hay que decir que tal fue el efecto que tuvo el Mundial que éste dejó de ser un mero evento deportivo y se transformó en uno de los motores para la reconstrucción de un país luego de padecer uno de los peores desastres naturales que la Humanidad recuerde.
Fotos: Créditos a quien corresponda.
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