El pasado jueves 10 de octubre, la selección de Venezuela recibió en Maturín a su similar de Argentina por la novena jornada de las clasificatorias sudamericanas del Mundial de Norteamérica 2026, siendo un empate 1-1. Nicolás Otamendi había adelantado a la albiceleste pero Salomón Rondón igualó para la vinotinto en un encuentro muy luchado y de mucho roce debido a que se jugó sobre una cancha anegada.
Y es que un par de horas antes del inicio de este match, cayó un fuerte aguacero sobre la capital monaguense. La precipitación fue de relativa corta duración, pero lo suficientemente fuerte como para colapsar (una vez más) el muy criticado sistema de drenaje que posee el terreno de juego del estadio Monumental. Un problema que no ha podido corregirse prácticamente desde la apertura de este coso deportivo, el más grande del país, en junio de 2007, en el marco de la Copa América celebrada ese año en territorio venezolano.
Un empate muy celebrado en la Tierra de Gracia debido a que la vinotinto debió remontar una desventaja inicial (producto de un error puntual del guardameta Rafael Romo) luchando contra un campeón mundial que se vio obligado a replegarse y defender, aún contando con su máxima figura Lionel Messi.
Tanto Messi como el resto de sus compañeros declararon al final del partido que el principal responsable de este empate que no les gustó para nada fue el estado de la cancha, con pozos que frenaban el paso de la pelota, dificultando el normal desarrollo del encuentro, algo que en principio afectó a ambos equipos pero que fue más resentido por los visitantes, quienes abandonaron el recinto con caras largas.
Todo esto originó una proliferación de memes (en su mayoría provenientes del Cono Sur del continente americano) que hicieron burla de este partido y con la reacción del público en las redes sociales, que estaban de acuerdo con lo dicho por los futbolistas argentinos, que no se debió disputar este encuentro en tales condiciones...
Sin embargo, esto trae a colación un partido disputado por ambas oncenas nacionales en la década de 1970, el cual no revestiría de mucha trascendencia de no ser por el escandaloso resultado que produjo: el 11-0 que Argentina le endosó a Venezuela en Rosario por la Copa América de 1975.
Un encuentro recordado por el periodismo deportivo gaucho en su recuento de resultados entre albicelestes y vinotintos, dentro del obligatorio análisis previo a este encuentro premundialista. Esta desproporcionada goleada pareciera ser el corolario de un balance abrumadoramente favorable para la selección argentina... sin embargo, en vista de las continuas quejas y reclamos de los jugadores y afición rioplatense con respecto a la cancha del Monumental de Maturín, consideramos pertinente dar a conocer algunos detalles que propiciaron aquella desastrosa goleada, la más alta sufrida por la vinotinto en sus 86 años de historia.
Para aquella edición 1975 de Copa América, disputada sin sede fija, Venezuela quedó encuadrada en el Grupo 1 junto a Argentina y Brasil. Una competición en la que el FutVe quedó muy mal parado debido a los resultados: la selección venezolana inició recibiendo en Caracas a los brasileños quienes salieron airosos por 0-4. Luego llegaron los argentinos, que a la sazón se preparaban para albergar la Copa del Mundo FIFA de 1978 y ganaron 1-5 (Ramón Iriarte fue el autor del gol venezolano, el único en esa competición). Ahora tocaba devolver la visita, siendo Argentina la primera parada.
Para esa expedición, la selección venezolana sufrió de toda clase de problemas e imprevistos, desde lesiones y la negativa de varios equipos de la liga criolla a ceder sus jugadores (se viajó con 15 futbolistas, que incluían tres guardametas y solo un defensor central), pasando por la mala planificación del viaje al sur del continente, hasta el absurdo de la desinformación y negligencia por parte de los dirigentes de la FVF. Aquel partido se jugaba el 10 de agosto, en pleno invierno austral, pero a los jugadores se les proveyó de indumentaria de tela ligera...
La pesadilla comenzó nada más bajar del avión en el aeropuerto internacional de Ezeiza en Buenos Aires tras un largo vuelo. Ahí mismo los miembros de la delegación venezolana sintieron los rigores de las bajas temperaturas sureñas de la época. Después tocaba trasladarse en ferrocarril hasta la ciudad de Rosario (a unos 300 km de la capital argentina) por lo que tomaron el respectivo tren que según contó Luis Mendoza "parecía de esos que salen en las películas del Viejo Oeste".
Sumado a la calidad de esa unidad de transporte, el viaje se prolongó por varias horas debido a las intensas lluvias que caían en el trayecto. Y el frío hacía estragos entre los pasajeros venezolanos en el vagón, lo que produjo un inesperado desgaste físico entre los jugadores.
Luego de una travesía que les pareció interminable, llegaron al estadio Lisandro De La Torre "Gigante de Arroyito", sede del partido. Y como era de esperarse debido al clima tan hostil vivido (o padecido) por los nuestros, la cancha de ese recinto propiedad del club Rosario Central, se encontraba en lamentable estado. Era más barro y fango que césped.
Y por si fuera poco, los argentinos notaron las vestimentas de los venezolanos. Y se las arreglaron para, antes del inicio del partido, organizar actos protocolares de los que la delegación venezolana no tenía conocimiento (¿O no figuraban en la programación oficial del encuentro?). Según relata Richard Páez, entonces joven mediocampista que militaba en Estudiantes de Mérida, "habíamos salido a calentar y luego a formarnos para los himnos, estábamos con camisetas y shorts mientras que los locales vestían de mono y ropa de invierno. Entonces hicieron una ceremonia que duró más de diez minutos" con los jugadores allí alineados y parados. Todo un suplicio para los vinotintos, quienes se esforzaban por no sucumbir a las bajas temperaturas.
Finalmente, ambos equipos se distribuyeron en la cancha y se dio el pitazo incial. Apenas habían transcurrido ocho minutos cuando el golero venezolano Andrés Arizaleta intentó atajar un centro pero sus manos no pudieron sostener el balón: estaban literalmente congeladas. La esférica cayó justo en los pies de Daniel Killer, quien abrió el marcador. A partir de ese momento comenzó el calvario venezolano. Con goles de Killer, de nuevo, Oswaldo Ardiles y Américo Rubén Gallego, el primer tiempo finalizó 4-0. Los otros siete tantos llegaron en la segunda parte por obra de Mario Alberto Kempes y Mario Zanabria (dos cada uno), Ramón Bóveda, Leopoldo Jacinto Luque y un tercer gol personal de Killer, para completar una goleada fuera de toda proporción sobre una Venezuela impotente, incapaz de contrarrestar los ataques del rival.
El último compromiso fue ante Brasil en Belo Horizonte, donde la canariña goleó 6-0 a una vinotinto diezmada por contratiempos que incidieron en tan lamentables derrotas, más allá de la superioridad, más que obvia, de los rivales.
Pero recordar es vivir... cuando se aprovechan factores extrafutbolísticos para tratar de forzar resultados en cancha. En el pasado, Venezuela fue víctima de ello.
Fuentes: "Venezuela y sus Selecciones de Fútbol, 1964-1999" de Jesús García Regalado. "Gol de Venezuela" de Edgardo Broner. "Vinotinto, la película" documental producido por Miguel New.
No hay comentarios:
Publicar un comentario