Corría el año 1976, época de la “Gran Venezuela” en la que se transformó nuestro país durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Una época de bonanza económica producto de los altos precios del petróleo tras los conflictos en el Medio Oriente, especialmente la Guerra del Yom Kippur ocurrida tres años antes, en la que triunfó Israel sobre sus vecinos árabes que lo atacaron por sorpresa precisamente durante el día festivo más sagrado para los judíos. Tras ese conflicto, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, en una iniciativa liderada por Arabia Saudita e Irán como medida de presión debido al apoyo de Occidente al Estado hebreo, reguló de tal forma la producción de crudo que forzó al aumento del precio del barril, el cual llegó a estar por encima de los 70 dólares estadounidenses por un largo periodo en esa década.
Una época en la que Venezuela, como Estado miembro y fundador de la OPEP, gozó de un beneficio que hoy muchos venezolanos extrañan. De “Pequeña Venecia” no tuvo nada debido al movimiento que se produjo en su economía gracias a las ingentes cantidades de dinero en moneda norteamericana que ingresaron a las arcas del Estado con sede en Caracas. Y más, cuando en 1975, Pérez nacionalizó la industria petrolera. Fue en ese marco en el que Venezuela vio como sus fronteras eran atravesadas por miles de extranjeros que llegaban a probar suerte en el país “saudita” en el que se había convertido gracias a su inusitado y explosivo crecimiento económico que la proyectaba como una nación de Primer Mundo. Era un panorama total y absolutamente distinto al que atraviesan los venezolanos en los días que corren actualmente.
Fue en esos años en los que se fundó el primer equipo de fútbol profesional más exitoso que tuvo Venezuela: Portuguesa FC. En 1972 vio la luz, debutando en la entonces Liga Mayor de Fútbol, de cuyos campeonatos (liga y Copa Venezuela) se adueñó el cuadro rojinegro basado en la conurbación Acarigua-Araure, las capitales económicas del estado Portuguesa, territorio llamado “El granero de Venezuela” porque fue el único de todo el país en donde la agricultura alcanzó sus objetivos acordes a la realidad económica que se vivía entonces: el pleno desarrollo y producción.
Desde 1974, año en que Portuguesa debutó en la Copa Libertadores, el cuadro llanero, apoyado en la región por empresarios y compañías agroindustriales que le garantizaban solidez financiera, se permitió hacerse de los mejores futbolistas del patio (como Luis Mendoza, Frederic “Freddy” Ellie, Carlos “Chiquichagua” Marín, Richard Páez), así como fichar a buenos y excelentes jugadores extranjeros como Pedro Pascual Peralta, Nelson Marcenaro, Ricardo Moss, Carlos Núñez, entre otros. Y todavía hoy resuena la contratación de Jair Ventura Filho “Jairzinho”, una de las estrellas de aquel Brasil tricampeón del Mundo en México’70, pero un año antes de la llegada del “Furacão” al llano venezolano, vino un atacante argentino que haría historia para el FutVe: Juan César Silva.
Tucumano de nacimiento, Silva aterrizó en territorio venezolano proveniente del club Gimnasia y Esgrima de Jujuy de su país. Llegó como refuerzo portugueseño de cara a la temporada local y a la Copa Libertadores de 1976, en la que, haciendo llave con el sub-campeón Deportivo Galicia, debían enfrentar en ronda de grupos a los argentinos River Plate y Estudiantes de La Plata. La superioridad de los conjuntos gauchos fue tal que solo Portuguesa pudo conquistar un luchado empate a dos goles en el “Mítico” General José Antonio Páez ante ese Estudiantes que a la sazón era dirigido por Carlos Salvador Bilardo. Lo demás se contó por derrotas, sin embargo en 1977 Venezuela vería la que hasta el día de hoy es la mejor actuación de sus oncenas en el torneo de clubes más popular del continente americano.
En esa edición, Portuguesa de nuevo representaría al país como campeón, junto a un debutante Estudiantes de Mérida, primer representante internacional de la que quizá es la región más futbolera de Venezuela, los Andes. Estas escuadras debían rivalizar con los peruanos Unión Huaral y Sport Boys en el Grupo 5 de la primera fase del torneo.
Silva no pudo anotar ni un tanto frente a sus paisanos, quizá relegado por la calidad y poderío goleador de sus colegas Peralta y Núñez, quienes en el 77 seguirían en vena anotadora, solo que el tucumano vería puerta más veces. Portuguesa iniciaría su exitoso andar en la Libertadores derrotando a domicilio a Estudiantes en Mérida por 2-0, con tantos anotados por Nito De Lima y “Jairzinho”. Seguidamente, Portuguesa viajaría al Perú y Unión Huaral sería el primero en recibirlo en el estadio Nacional de Lima, teniendo como resultado un empate 1-1 (Peralta para Portuguesa). Tres días después, en el mismo escenario y tras ir perdiendo, Portuguesa derrota 2-1 a Sport Boys y acá Silva anota el primero de su cuenta, que fue el de la victoria ya que Peralta había igualado la pizarra.
A continuación, Portuguesa recibe a Unión Huaral y lo vence 2-0, con Peralta y Carlos Núñez en plan de anotadores y después Sport Boys es el que aparece por el “Mítico” y con un gran planteo defensivo mantiene a raya a los llaneros, con los que finalmente empatan a cero goles. Portuguesa cerraría la primera fase del torneo avanzando a la ronda semifinal de forma invicta derrotando en casa a Estudiantes de Mérida por goleada de 3-0. Aquí, dos de los goles llevaron la firma de Silva, mientras que Peralta anotó el restante.
De esa manera tan impecable, el once rojinegro se convirtió en el primero de los tres equipos venezolanos semifinalistas de la Copa Libertadores. En dicha ronda, que se jugaba en dos grupos de tres equipos cada uno, Portuguesa fue misteriosamente “encuadrado” en el Grupo B junto a los brasileños Internacional de Porto Alegre y Cruzeiro, este último campeón defensor de la Copa. Decimos misteriosamente "encuadrado” porque en un principio y por razones geográficas, económicas y deportivas, Portuguesa debía conformar el Grupo A junto a Deportivo Cali de Colombia y Libertad de Paraguay, pero la dirigencia de Boca Juniors (que debía jugar ante los brasileños) presuntamente presionó a través de su lobby en la Confederación Sudamericana de Fútbol para que se les trasladara a esa liguilla, en detrimento del campeón venezolano.
Aún así, Portuguesa afrontó los siguientes compromisos como venía haciéndolo y en la apertura de la siguiente fase goleó 3-0 a un Internacional atrevido que se presentó en el José Antonio Páez con un plantel lleno de suplentes, pagándolo caro ya que sufrió los tantos de Ricardo Moss, Nito De Lima y Carlos Núñez. Más tarde, Cruzeiro visitó al cuadro llanero y en una muestra de precaución, seriedad y sobre todo, de respeto, acudió con todo su plantel titular, lo que le valió vencer a Portuguesa con un categórico 0-4 que no dejaba duda alguna sobre su condición de campeón continental.
Quedaban los encuentros de vuelta en Brasil, los cuales se saldaron con derrotas por idéntico marcador de 2-1, tanto en Porto Alegre frente a Internacional como en Belo Horizonte ante Cruzeiro. Resultados que si bien festejaron las “torcidas” de ambos equipos, reflejaron el espíritu de lucha y buen fútbol que presentó Portuguesa, cuyos jugadores debieron lidiar no solo con sus rivales y sus respectivas aficiones sino también con los árbitros, a decir de la propia prensa brasileña. Los goles rojinegros en los estadios Beira Río y Mineirao corrieron por cuenta de Silva, que así llegaba a cinco dianas anotadas, que lo convertían en el líder goleador de aquella edición de Copa Libertadores, pero debió compartir la cima con su compatriota Néstor Leonel Scotta, quien al servicio del Deportivo Cali neogranadino alcanzó también la misma cifra de goles en la competición.
Un año después, el ariete tucumano viajaría a Europa para jugar en la liga griega pero regresaría a Sudamérica, contratado en 1979 por Huracán de Buenos Aires, donde permanecería hasta 1981, cuando regresa a Gimnasia y Esgrima de Jujuy, en el que jugaría una temporada para retirarse por un tiempo mientras atendía un negocio familiar, pero 1982 recibió una oferta del Bolívar de Bolivia y volvió a las canchas. Con los académicos de La Paz jugaría hasta 1984 y en años sucesivos vestiría las casacas de Real Santa Cruz, Litoral y Universitario de Sucre, conjunto este último en el que colgaría los botines de manera definitiva en 1988, radicándose en la capital gubernamental boliviana hasta el día de hoy, donde tiene una escuela de fútbol, además de ejercer como representante de futbolistas.
Así pues, cuando hablamos de Juan César Silva lo estamos haciendo del primer futbolista al servicio de un equipo venezolano que se consagró campeón goleador de una edición de la Copa Libertadores, el torneo internacional de clubes más popular de América. Diecisiete años después, vendría Stalin Rivas con Minervén y cinco más tarde, Ruberth Morán en Estudiantes de Mérida, a erigirse como los primeros criollos, y hasta ahora únicos, campeones artilleros de la historia de la competición.
Fotos: Créditos a quien corresponda.
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